El primer fin de semana en casa después de cuatro en el Giro (dormí 12 horas seguidas, ¿tenía que ponerme al día?).
Seguimos en familia las celebraciones del Día de la República, repasamos con los niños los momentos más destacados de la historia y recordamos la película de Cortellesi «C'è ancora domani» (¡si aún no la has visto, intenta remediarlo ASAP, como dicen los angloparlantes!), haciendo profundas reflexiones sobre el significado de la República y el derecho al voto, también de cara a las elecciones europeas.
Sin embargo.
(Los que me conocen bien saben lo mucho que uso esta conjunción).
Sin embargo, echo de menos el Giro.
Soy consciente de que ahora es el momento de trazar una línea y analizar con lucidez nuestros logros como equipo y como patrocinadores, que es lo que estamos haciendo, y me he prometido hablar de ello pronto en otro artículo
En este soleado primer domingo de junio, sin embargo, tengo una gran melancolía encima, echo de menos el ritmo frenético pero riguroso, el sentido de equipo, de pertenencia y entendimiento que se había creado, la adrenalina de la carrera, los chicos y el personal, el compartir con la familia en aquellas ( muy pocas) etapas en las que pudieron acompañarme... y echo de menos el ambiente y el calor de la gente.
Gracias al Giro, he tenido la oportunidad de viajar por casi toda Italia y conocer pueblos, paisajes y ciudades que dudo que hubiera visitado de otro modo.
Es un hecho bien conocido: cuando viajas por el Bel Paese, no tienes más que mirar por la ventana y te quedas con la boca abierta, ya sea la costa ligur, las Langhe piamontesas, las colinas toscanas, la costa amalfitana o el Adriático, o «simplemente» las ciudades y pueblos que han acogido las salidas y/o llegadas de etapa, no importa dónde estés, quedarás encantado y embelesado por los paisajes.
Definitivamente tendré que volver a Nápoles, Roma, Lucca y Perugia con más calma para explorar sus aspectos culturales, y tendré el privilegio de visitar Umbría y los Abruzos en julio, durante el Giro de Italia Femenino, -he tomado nota de los rinconcitos a visitar y los restaurantes donde comer (¡gracias Federico!), ya que Polti es patrocinador de la Maglia Rosa- y en esa ocasión confío y espero encontrar el mismo calor de la gente, el que ahora guardo en mi corazón.
Anticipando la carrera por los medios autorizados, si no estaba en una conferencia telefónica con clientes o colaboradores - pude apreciar las calles decoradas de rosa (con la creatividad que nos distingue) y me encantó la gente en las calles.
Me fascinaron los dialectos, tan únicos y variados (¡para mí, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO!), las costumbres y maneras, pero sobre todo la calidez y cercanía de la gente.
En muchas etapas nos paraban para ofrecernos comida y bebida (sí, casi siempre alcohólica, ¡así que tuvimos que rechazarla!), quizá también empujados por el hecho de que el nuestro es un equipo casi enteramente italiano (¡es imposible no cogerle cariño! ), pero yo diría -con más objetividad- que lo hacían con todo el mundo.
En este sentido, hay una etapa que se ha quedado en mi corazón, Alpago - Bassano del Grappa, y no solo porque unos chicos nos ofrecieran merengues rosas con nata dentro, por decirlo de alguna manera, exquisitos (¡muchos puntos por este gesto!) sino también y sobre todo por la cantidad (y calidad) de gente que había en la calle.
Entusiastas, familias enteras acampadas en Grappa, probablemente durante días, miles y miles de personas (¡dicen que 50.000!) esperando al grupo.
Pudimos subir a la montaña porque éramos los encargados de repostar, todos los demás coches estaban bloqueados por motivos de seguridad, así que vimos de cerca a los ciclistas divididos en los distintos grupitos, apreciando los distintos ritmos y el cansancio en sus caras, no en la de Tadej, él con una sonrisa, casi siempre. Y no me sorprende que este gran campeón haya perdido esos tres segundos para darle un bidón de agua a un niño, no me sorprende porque el calor y el cariño de la gente era palpable. Como dijo uno de nuestros invitados, parecía «una postal de otra época» y, en la era en la que todos estamos conectados digitalmente, estar dentro de una animación auténtica, cálida y apasionada fue emocionante, es más, diría que conmovedor
El ciclismo une.
Los primeros y los últimos, italianos y extranjeros, adultos y niños, es un deporte de grandes valores, en el que se siente la fatiga, el esfuerzo, el sacrificio: están ahí para verlos, están ahí para sentirlos al margen.
Y en el día en que celebramos el 78º aniversario de nuestra República fundada en democracia, en el que, como he dicho a mis hijos esta mañana, es importante no dar por sentados los derechos que uno tiene, tan duramente conquistados por otros, me resulta espontáneo hacer un paralelismo y asociar a este deporte palabras como libertad, futuro, esperanza.
Porque si el ciclismo une diferentes nacionalidades, diferentes culturas, diferentes edades, entonces hay esperanza de que esto pueda suceder también en otros ámbitos, que superemos rencores, pasados y tristezas y eduquemos para la paz, la construcción, la convivencia.
¡Feliz Día de la República!
Francesca Polti